La autoevaluación de la práctica docente como estrategia de mejora
Hace unos días comentábamos las novedades en la evaluación debidas a la publicación del Real Decreto 984/2021, novedades importantes, además, porque son de aplicación en este mismo curso 21/22.
Uno de los aspectos, que sin ser novedoso, sí que se menciona en todas las etapas es la necesidad de que el profesorado evalúe no solo a los alumnos sino también el proceso de enseñanza y la propia práctica docente.
De esta forma no se centra la atención solo en el alumno sino que también se observa el propio proceso y se analiza para ver cómo ajustarlo a las necesidades de cada uno de los alumnos de manera que esta revisión-evaluación suponga un proceso de mejora permanente.
Pero, ¿qué quiere decir evaluar el proceso de enseñanza y la propia práctica docente, no es lo mismo?
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La evaluación, elemento central en el proceso educativo
Ningún proceso educativo está completo sin una adecuada evaluación.
Y no está completo si esta se limita a comprobar los aprendizajes de los alumnos, esta es una parte fundamental, claro que sí, pero no la única.
El proceso de enseñanza-aprendizaje tiene dos agentes: los alumnos y los discentes.
Con la evaluación de los alumnos comprobamos los efectos en ellos del proceso de enseñanza.
Pero esa es una visión centrada solo en el alumno, y es una visión muy limitada del proceso.
También hay que poner la atención en el docente y en el propio proceso de enseñanza.
La evaluación es la fase que nos permite comprobar si un proceso está funcionando correctamente, está dando los resultados esperados o si hay aspectos que se pueden, y se deben mejorar.
Por tanto, además de evaluar lo que aprenden los alumnos tenemos que evaluar:
- Si el proceso que hemos diseñado para conseguirlo es el adecuado, si está funcionando bien, si hay algo que se deba mejorar.
- Y nuestro propio desempeño como docentes, nuestras actuaciones, nuestra práctica en el aula, las estrategias que hemos utilizado, el modelo que hemos ofrecido, los recursos que hemos empleado, etc.
Solo de esta manera se puede mejorar.
Si nos limitamos a evaluar a los alumnos estamos renunciando a mejorar profesionalmente, porque es verdad que se aprende con la experiencia, pero no si nos limitamos a hacer siempre lo mismo. Solo si hay un proceso de reflexión, de análisis sobre lo que hacemos, sobre su validez… podremos mejorar. Y eso al fin y al cabo es la evaluación.
Y hay que aceptar que no toda la responsabilidad está en el alumno, que si aprende o no es por sus propias características, por su capacidad, su motivación, por el entorno que le rodea.
Sino que también dependerá mucho de nuestra actuación como docentes, de si estamos empleando los recursos y estrategias adecuados, si utilizamos la metodología idónea, si sabemos motivar correctamente, proponer situaciones que desafíen a los alumnos, que creen el conflicto cognitivo, si les ofrecemos los apoyos adecuados para que puedan superar las dificultades que encuentren en el camino, si aprovechamos su propia curiosidad, sus necesidades…
Como ves mucho más que poner las notas.
Cómo podemos llevarlo a cabo
Aunque en general somos muy resistentes a evaluarnos, y más todavía a ser evaluados por otros, hay que superar esa falta de seguridad o ese pudor profesional.
Evaluar, y constatar que hay algo que corregir o que se puede mejorar no es poner en evidencia falta de formación, o inexperiencia, sino tomarse el trabajo en serio; y lo que demuestra es el interés por mejorar.
Existen muchas estrategias para llevarla a cabo, desde la simple reflexión diaria que todos hacemos, de forma más o menos sistemática, sobre cómo se ha desarrollado una sesión de clase, hasta la evaluación colegiada del equipo docente, que una vez más, no debe centrarse solo en el alumno, algo que muchas veces ocurre (todos conocemos sesiones de evaluación en las que solo se “cantan” las calificaciones), sino en el proceso, desde su diseño hasta su finalización.
Y, por supuesto, podemos contar con instrumentos que nos faciliten la tarea, como rúbricas o plantillas de registro con indicadores por ámbitos o dimensiones a valorar que podemos utilizar, de forma individual o colectiva, y con la periodicidad que se estime adecuada, pero sin olvidar que una vez aplicados es necesario reflexionar sobre los datos recogidos, analizarlos y extraer conclusiones que nos ayuden a ese proceso de mejora permanente que es la razón de ser de la evaluación.
Es decir, no sirve de nada diseñar cuestionarios, por completos que sean, si una vez aplicados no se utiliza la información recogida, obviamente.
Qué hay que evaluar en el proceso de enseñanza
Este proceso es el que habitualmente realizamos sobre las programaciones didácticas, que al fin y al cabo no son otra cosa que el diseño del proceso de enseñanza de un área o materia para un curso y grupo concreto.
Siempre que realmente se hayan diseñado de forma adecuada y no nos limitemos a “copiar y pegar” la elaborada por la editorial cambiando el membrete del centro como un mero trámite burocrático ante la administración.
En la evaluación de las programaciones deberíamos reflexionar sobre:
- Actualización de la normativa que debe tenerse en cuenta en su elaboración.
- Contextualización de la programación a las características propias del centro y del grupo de alumnos para el que se está diseñando.
- La adecuación de la programación para conseguir los objetivos didácticos propuestos y contribuir al logro de los objetivos y competencias de la etapa correspondiente.
- Porcentaje de alumnos que han conseguido con éxito los aprendizajes propuestos.
- Forma en que la programación ha contribuido a desarrollar el hábito lector.
- Adecuación de la metodología empleada a las características de los alumnos, si se han ofrecido alternativas para que los alumnos pudieran elegir y se ha conseguido motivar y despertar el interés de los alumnos.
- Cómo han funcionado los recursos didácticos y organizativos utilizados.
- Si se han adaptado las propuestas didácticas a las necesidades de todos los alumnos.
- Si se ha actuado con la flexibilidad adecuada para hacer los ajustes necesarios sobre la práctica.
Qué hay que evaluar en la práctica docente
Para evaluar la propia intervención docente hay que prestar atención a varios ámbitos:
- Elaboración de la propia programación didáctica valorando si se han diseñado conforme a la normativa, teniendo en cuenta los aspectos acordados en el centro, si reflejan correctamente la concreción curricular correspondiente, si se han adaptado a las necesidades específicas de todos los alumnos, si se han establecido claramente los objetivos didácticos, si estos son adecuados para conseguir los objetivos de la etapa, si los contenidos seleccionados son significativos y relevantes para nuestros alumnos, etc.
- La adecuada coordinación didáctica con el equipo docente correspondiente.
- Los procesos didácticos puestos en marcha en el aula: la preparación de las clases, el ambiente creado, la accesibilidad de los contenidos y recursos, el control del aula, la adecuación de la metodología empleada para los objetivos propuestos, la gestión del tiempo y la estructuración de cada sesión de clase, la diversidad de propuestas planteadas a los alumnos y la forma en que se ha contribuido al desarrollo de las diferentes competencias, entre otros muchos aspectos (inclusión educativa, incorporación de las TIC, atención prestada a la lectura, conexión de los aprendizajes fuera del aula…).
- Analizar cómo se ha realizado la evaluación de los alumnos (“del aprendizaje”): valorar si se ha realizado una evaluación inicial adecuada y suficiente y se ha ajustado la programación a los resultados obtenidos, si se ha evaluado de forma continua en el aula, si se han detectado dificultades y se ha intervenido para ayudar a los alumnos para superarlas, si se han utilizado instrumentos variados en función de las necesidades y de los acuerdos adoptados en el centro, si se utilizan los resultados de la evaluación para ajustar o modificar las propuestas didácticas, si se está informando correctamente a las familias (no solo para transmitirles resultados sino para implicarlas en el proceso de mejora de los aprendizajes), si se participa y contribuye a un buen desarrollo de las sesiones de evaluación.
Además de estos ámbitos habría que tener en cuenta la actuación como tutor si es tu caso y la participación en el centro, tanto en los órganos de coordinación y gobierno como en los planes, proyectos y actividades de centro.
Para cada uno de estos ámbitos hay que establecer una serie de indicadores que nos ayuden a este proceso de recogida de datos, análisis y toma de decisiones orientadas a la mejora.
Y como todo instrumento deberá ser probado en la práctica y modificado según nuestras necesidades, si vemos que es muy extenso o redundante podremos aligerarlo, si por el contrario no nos provee de la información que necesitamos tendremos que revisar los indicadores y buscar aquellos que nos resulten más útiles.
También puedes utilizar alguno de los elaborados por las administraciones educativas para valorar la práctica docente por ejemplo en procesos de selección de directores o de prácticas tras las oposiciones.
La importacia de la evaluación de la práctica docente en la LOMLOE
En esta reforma educativa que estamos empezando a llevar a las aulas la evaluación es un elemento fundamental.
No puede ser de otra manera, aquello en lo que pongamos la atención a la hora de evaluar es aquello alrededor de lo cual se desarrollará todo el proceso educativo.
Todos sabemos que lo que no se evalúa, no importa (“profe, ¿esto entra para el examen?”) y que lo que no se evalúa no se puede mejorar por lo que prestar atención al propio proceso de enseñanza y a nuestra práctica como docentes no solo es esencial sino que además, correctamente utilizado, es una potente herramienta de mejora, ¿la vas a desperdiciar?
“Lo que no se define no se puede medir. Lo que no se mide, no se puede mejorar. Lo que no se mejora, se degrada siempre”.
William Thomson Kelvin (Lord Kelvin).
Muchas gracias por tus aportaciones sobre la evaluación de la práctica docente, Ester.
No puedo estar más de acuerdo contigo.
Saludos,
Enrique
Hola Enrique, gracias por tu comentario.
He echado un vistazo a tu web Aprende jugando, me parecen muy interesantes los recursos que publicas, y he visto que trabajas en el ¡Jacinto Benavente de Tetuán!, yo empecé precisamente a trabajar ahí (estuve cuatro años en Marruecos), fue una experiencia maravillosa de la que guardo un magnífico recuerdo, espero que lo sea también para ti.
Buenas tardes Esther,
Me pregunto si esos indicadores o rúbricas que comentas que usa la administración para evaluar las prácticas tras las oposiciones son públicos y cómo los podría conseguir.
Me gustaría partir de ellos para evaluar la práctica docente y a partir de ahí ir modificando según necesidad.
Gracias por tus aportaciones.
Hola Mestra, ¡claro que sí!, de hecho yo siempre propongo utilizar indicadores publicados por la administración para darle más seguridad al procedimiento. En la Comunidad Valenciana puedes encontrar indicadores en el proceso de evaluación de las prácticas tras las oposiciones, en la evaluación docente de los candidatos a dirección o a cátedras, básicamente son los mismo o parecidos.
Los de las fase de prácticas de las oposiciones se publican en la resolución que regula dicha fase, hay un cuestionario de autoevaluación, uno para la evaluación del director y otro para el tutor, aquí tienes la de 2022.
Buenos días, me parece muy interesantes tus aportaciones en el mundo de la educación, yo soy una maestra novata y me interesa mucho aprender, considero que al igual que los alumnos los docentes también debemos estar aprendiendo constantemente, me he topado con tu blog gracias a una publicación que has realizado sobre la evaluación de la práctica docente, buscando sobre este tema me he dado cuenta que parece un tema un poco tabú, ya que apenas he encontrado información al respecto. Me encanta la idea que planteas sobre la importancia no solo de autoevaluar nuestra práctica docente sino, también que nos evaluen nuestros compañeros.
No obstante, ante esta propuesta parece que muchos docentes se sientes atacados, como que van a ser juzgados, me hace pensar que se arrastramos traumas de cuando éramos más pequeños y la evaluación, la nota te definía como eras. Hablamos en la educación actual de un cambio de mirada hacia el alumnado NESE y su inclusión en las aulas, pero también considero que deberíamos hablar de un cambio de mirada hacia la evaluación no solo de los alumnos, que parece que sí se ha instaurado mejor, sino también la evaluación entre docentes como parte de nuestro aprendizaje, para mejorar nuestra práctica docente, para compartir nuestras virtudes y ayudarnos a eliminar barreras.
Hola María,
Muchas gracias por tu comentario, me ha parecido muy interesante tu reflexión. Es exactamente como dices, nosotros, que somos los expertos en evaluar a los demás (al menos a los alumnos) somos tremendamente reticentes a ser evaluados.
Probablemente sea un síntoma de inseguridad, es posible que nos preocupe que la imagen que proyectamos como profesionales se pueda ver empañada si se nos ve realmente en nuestra clase con nuestros alumnos.
Como si tuviésemos que ser perfectos, cuando la realidad es que todos nos encontramos día a día con dificultades que no siempre sabemos superar, o no damos con la respuesta correcta a la primera, algo que seguro que sucederá también en el resto de profesiones.
Y es una lástima, porque se aprende muchísimo del contacto con los compañeros, de escuchar su opinión, de dejar que valoren nuestras actuaciones, de que nos den alguna idea que aplicar que a ellos les haya funcionado… Siempre que se haga de forma respetuosa, claro.
También creo que deja entrever una concepción equivocada de la evaluación, ya que parece que centramos la atención solo en su efecto calificador y que no nos damos cuenta de su potencial formativo.
Tal vez, si las nuevas generaciones docentes piensan como tú, si tienen otra mirada como tú explicas de esa forma tan inclusiva, estas reticencias se irán superando y podremos utilizar la evaluación como la potente herramienta de mejora que es. Un saludo.